Arrancaba su ponencia Luis Mendiola, redactor de baloncesto de El Periódico de Cataluña, con esta afirmación: “cada profesional tiene una visión personalista de lo que es el periodismo”. Colindante a priori con la perogrullada, con las palabras de Mendiola no cabe sino estar de acuerdo, aunque con matices. Tiene mucho que ver su afirmación con la necesidad de adoptar un estilo propio que se forja con el tiempo, pero tal vez habría que relativizar este hecho pues suele ser habitual que cada periodista en sus inicios se fije en un modelo del que partir para, sin abandonarlo, sazonarlo con un toque personal que lo distinga de forma progresiva de su mentor o “maestro”, valga la cursilada. Así que a fuerza de cuasi mimetizarse modelos puede suceder que el novel informador tenga tanto de original como un manual sobre redacción periodística.

Se esmeró Mendiola, por otra parte, en la necesidad de que el periodista, para diferenciarse, se apoye en uno de los géneros con mayor libertad a la hora de deshacerse del encorsetamiento rutinario al que obliga la estructura de la noticia: la crónica. En ella tiene cabida, desde luego, la opinión soterrada disfrazada de interpretación de los acontecimientos. Tan imprescindible como la metáfora es ofrecer una explicación o lectura propia de lo que en la cancha o el terreno de juego aconteció, pues ningún sentido tiene—a no ser por imperativos del horario de cierre— redactar una crónica lineal que se limite a la mera notificación de las canastas, faltas personales y demás incidencias. Comoquiera que una crónica de baloncesto la leerán preferentemente quienes asistieron o pudieron ver por televisión un determinado partido, a esta audiencia le resultará probablemente banal e intrascendente una descripción similar del encuentro.

Sobre el rol que interpretan los gabinetes de prensa en el universo informativo se expresó también Luis Mendiola, para quien constituyen un filtro que impiden al periodista del medio de comunicación pertinente llegar hasta el fondo de cualquier asunto de interés ciudadano, objetivo éste, por otra parte, demasiado pretencioso por lo que tiene de utópico. Esta batalla, valiéndose de las armas del periodismo, la tienen ganada los clubes, pues son muchas veces sus criticados gabinetes de comunicación los que permiten que el periodista pueda informar de la actualidad de unos equipos que, por regla general, y mucho más si no pertenecen a la elite, generan escasas novedades. De recibo es comentar que para el baloncesto no sirve el modelo informativo que se utiliza para el fútbol, abastecedor de actualidad constante en parte gracias a las ruedas de prensa que ofrecen los protagonistas del circo —no es peyorativo— y sin las cuales sería imposible —¡ay, qué largas son algunas tardes de verano!—rellenar el espacio adjudicado.