LA SEÑORITA LUNA

El sentido de la responsabilidad y su entrega a los demás fueron sus banderas en la vida. Ella, que era la educación con mayúsculas, la cortesía, las buenas maneras, el ideal de la belleza femenina, en el fondo y en la forma, se fue apagando con la misma elegancia que vivió. La mediana de tres hermanas que salieron adelante en los tiempos de posguerra gracias a la fuerza de una madre valiente que decidió dejar el pueblo y el campo para buscar a sus tres hijas un futuro en la ciudad. Además si hizo cargo de dos sobrinos y los incentivó a estudiar, a trabajar y ser buenas personas al mismo tiempo. La revolución femenina en tiempos de mucha desigualdad.

La señorita Luna se dedicó durante cuarenta años a enseñar, muchos niños pasaron por sus clases, muchos hombres y mujeres que la recordaban siempre desde la ternura. Se entregó a su madre cuando enfermó , a sus sobrinos cuando fueron naciendo. Se convirtió en la fotógrafa familiar, en la opinión serena y conciliadora. Luego se entregó a sus hermanas, María la mayor, muchos años enferma era su gran compañera , Lela, la pequeña, su cómplice guasona y su eslabón con su querida Manzanilla, el pueblo natal.

Los maridos de sus hermanas se convirtieron en sus hermanos, sus sobrinos en sus hijos, y las hijas de estos en sus nietas. Todos la querían y trataron de devolverle en los últimos años el cariño que ella regaló sin medida. Y así se marchó, cuidada, adorada y sentada en su sillón cuando ya las fuerzas le fallaron.

La señorita Luna sintió la llamada de su madre, esa que tanto marcó su vida, siendo una mujer excepcional, modelo de varias generaciones posteriores. Hoy todos la añoran pero saben que la suya ha sido una vida plena y de entrega.

Hoy martes 25 de Noviembre a las 20.30 se celebrará una misa en el Gran Poder.

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