Acuérdate de GOYA, de “S. FRANCISCO DE GOYA Y LUCIENTES”, siempre que te encuentres mal. Piensa en que él, el hombre paradójico, convulso, lleno de contradicciones, bizarro, intenso, extremo, ¿paranoico?, ¿bipolar?, ¿esquizoide?, sufrió y gozó mucho más que tú.
Pero ¿por qué lo considero así, como un enfermo psiquiátrico –además de físico- o peor, como un enfermo del alma?, ¿cuánto sufrió a lo largo de su larga vida en realidad el Maestro de Maestros?, ¿Cuánto gozó de placer también físico, psíquico y en su obra?, ¿hasta dónde la biografía y hasta dónde la invención?.
La única respuesta que encuentro ahora, es que ciertamente puede verse esa escisión en su vida y en su obra simplemente cotejando su Catálogo completo, contrastando las luminosas y alegres con las sombrías y oscuras. Pero ¿cómo no hacerlo, me digo, cuando la enfermedad, la vejez, la economía, la violencia en el mundo y tantas otras cuestiones, me persiguen como esos monstruos que le atenazaron?
No recurriremos ahora al cínico, al que ridicularizó como ninguno las costumbres de su época…que desde luego se parece bastante a la nuestra, porque no, el hombre/la mujer, no escarmentamos y las guerras domésticas, nacionales e internacionales se siguen sucediendo como en sus días, como antes y lo será siempre hasta el final de la especie.
No quiero ocuparme hoy del GOYA que mostró la cara más cruel de la Guerra, sino el que pone de manifiesto las alegorías de la fealdad y la maldad, la de los seres puede que reales, pero que en cualquier caso siempre serán imaginarios. No quiero hoy ver al GOYA de la alegría, sino el de la jocosidad entendida como crítica, el que no deja títere con cabeza, donde nada ni nadie escapa a su sagaz y escrupulosa mirada: ni el clero, ni la burguesía nueva o vieja, ni la aristocracia vieja o nueva, ni siquiera el pueblo llano con sus costumbres tribales.
Quiero centrarme en sus obras que exhiben tal vez obscenamente el horror, las que tienen al terror como régimen de Estado y a sus terrores personales con guillotina incluida en sus grabados y porque no lo olvidemos, una parte de su vida coincidió con DANTON y ROBESPIERRE, con el Terror en estado contaminado o puro. En el GOYA de las montañas de muertos apilados en fosas improvisadas en las calles de Madrid, en los rostros sin nombre mejor que en el de los vivos de su otro mundo paralelo, aquel donde se reflejan especularmente los personajes públicos.
Le quiero hoy en las circunstancias nefastas mejor que en las faustas, en la de los vicios mejor que en las virtudes, en el de la burla impenitente, la risotada amarga, la carcajada histriónica, mejor que la risa sana de la juventud, antes de llegar a la Corte.
No quiero esa persona que ensalza la elevada Cultura de la Ilustración, sino la que expone sin ambages la Incultura Generalizada como la máxima manifestación autóctona, secular, endógena y genética ya en sus días. La del nuevo canon de belleza que él mismo impone y que va a oscilar entre la delgadez y la obesidad extrema, en el Arte de la desproporción, la asimetría, en tres palabras, en el “Arte del Extremo”.
Nada. Ni los paisajes desolados, ni la magia –en este caso negra- de lxs hechicerxs, ni lxs que se prostituyen, amañan matrimonios, ejercen de proxenetas, participan en orgías explícitas o comenten cualquier tipo de vicio como la gula,…que se muestra tan palpablemente en sus grabados, antes que representar las virtudes morales.
Tampoco quiero verlo en la plasmación de una Naturaleza idílica, bucólica, un Edén vivido en plenitud, sino en aquella que por el contrario se manifiesta agreste en montañas desnudas, floresta silvestre, en animales feroces.
Ese GOYA también es GOYA, dentro del Siglo de las Luces, representando sus sombras. Ese GOYA, para mí que intento conocer al hombre que está detrás de sus obras, es uno de los más claros ejemplos de la verificación animal del ser humano, de las duplicidades escondidas ante una personalidad que no puede ser unívoca, unidireccional, como si la vida entera no tuviese más caminos. Entonces, sí que todo esto que llamamos vida, todo lo que acontece mientras permanecemos en este estado, sería una ratonera, y un espíritu libre como el suyo, jamás podría aceptarlo ni adaptarse.
Ya lo puse por enfermo en otros pequeños ensayos como este, si es que se puede denominar así este intento de aproximación a su persona, ahora lo pongo como un escindido entre la sumisión y la rebeldía, entre las múltiples facetas de su carácter. Ya lo dije más o menos también, si WITKOWER viviera, de lleno lo clasificaría entre los sanguíneos y coléricos, nunca entre los flemáticos, etc. Adoro a GOYA porque en él están todas las contradicciones que lo sepamos o no, lo admitamos o no, también somos.
Ahora bien, para llegar a esto, a este estado consciente de multirateralidad, hace falta morirse muchas veces, resucitar otras tantas, como el precedente de la OFELIA de MANET que anticipa en el grabado que acompaña este artículo. Disfruten de todas sus contradicciones e un molto felice ferragosto a tutti.
TERESA LAFITA