MADRID. El médico sevillano Francisco Gallardo celebra en estos días su debut como novelista. Con El rock de la calle Feria - publicada por la editorial Algaida y presentada ayer en la Feria del Libro de Madrid- , Gallardo saca a a la luz, a sus 50 años, un quehacer literario que empezó a la edad de 12 y que ha acompañado constantemente su trayectoria profesional desde entonces.
«Ésta es una novela de viaje, de iniciación a la vida», dice Gallardo, que llegó a jugar en la selección juvenil de baloncesto y fue después médico asistente de la selección española en los años 90. El rock de la calle Feria es una ficción que regresa a la propia juventud del autor y recrea el ambiente de los años 70 en Sevilla, marcado especialmente por la mítica banda de rock Triana.
«Vista desde la juventud y los 20 años, Sevilla era entonces una ciudad mágica, y Triana era la banda sonora de esa generación», dice el autor. El mismo título de la novela - tomado de una canción del disco «El jardín eléctrico», de 1997- intenta recoger esa ubicuidad de la banda, que «consiguió mejor nadie la fusión entre nuestra propia cultura y el rock que venía de fuera», agrega Gallardo.
Otra influencia fundamental para el libro fue la lectura de Rayuela, de Julio Cortázar. La novela es una de las referencias más profundas en las charlas pobladas de literatura, música y rebeldía de los protagonistas y, en especial, para las figuras de Lola y Camus. Su particular historia de amor está especialmente marcada - y salpicada con sugerentes guiños a la Maga de Cortázar- por las búsquedas metafóricas y existenciales de una vida que apenas empieza. «Nunca me imaginé que escribiría una novela en la que Rayuela fuera tan importante», dice Gallardo al destacar su admiración por el escritor argentino.
El libro utiliza un viaje de los protagonistas a Amsterdam para un concierto de Bob Marley como eje central para la historia, en cierta forma como un «viaje metafórico» iniciado en la juventud, dice Gallardo. La narración se detiene por último el 31 de diciembre de 1978, de cara al primer año de la democracia española. «Yo quería hacer una novela con un final abierto para la imaginación del lector», dice el autor sevillano.