A eso se le llama estar al plato y a las tajadas, y no va con segundas. Es lo que sucedió el sábado, día en que por fin se conocieron Gonzalo Miró y la duquesa de Alba, durante la boda en Sevilla de Cristina Vela. Cayetana compartió mesa con Eugenia y con su entregado y reciente enamorado, para quien no ahorró calificativos llenos de admiración. Durante los tres platos, aprovechó para catar y degustar lo mismo el menú del enlace que la atencion del galán: - Lo encontré encantador, atento, culto, guapo, tierno y muy inteligente. Se pasó toda la cena más pendiente de mí que de Eugenia, aunque en ningún momento descuidó estar para ella. Más que aprobado, el joven sacó toda una matrícula de honor en el esperado encuentro, que no encontronazo, seguido con más morbo por la concurrencia que el vals de los recién casados. Al ver que Gonzalo no había asistido a la ceremonia religiosa, aunque sabían que estaba confinado en la finca La Tizana, anticiparon malintencionadamente que a lo mejor se posponía de nuevo su puesta de largo o presentación oficial no sólo ante la corte sevillana de la duquesa de Alba, sino ante sus íntimos, que andaban lupa en mano. Al verlo aparecer para cenar pegaron más de un suspiro, casi olé, sobre todo al constatar que su futura suegra - ya se habla de boda, no quieren perder el tiempo- estaba encantada de tenerlo sentado a su derecha. Como ya anticipamos hace unos días, ahora Eugenia se ha ido a Nueva York con su novio, imaginamos que para hacer allí las compras navideñas y algo más. Espero coincidir con ellos bajo los rascacielos o quizá en la fiesta inaugural del Pachá neoyorquino, que se celebrará mañana en la céntrica calle 57 esquina con Broadway. Y, mientras los rumores de boda crecen entre la pareja del año, otra que nos pilla más lejos acaba de dar el «sí, quiero». Recién casada y paseando su rutilancia como niña la más rica del mundo, por delante de la coruñesa Marta Ortega, hija del creador de Zara y también amazona hípica, Athina Onassis relumbra cual burbuja navideña tipo Freixenet. La conocí en La Coruña, cuando Zara y su concurso hípico estaban montados con la mano experta, fiel y entregada de Juan Carlos Cebrián, que acaba de estar en Sanjenjo con Cuchy Pérez y Alejandra Prat, quien por cierto no quiere ni acordarse de sus cuatro meses haciendo de «nanny», o casi, del tenista Feliciano López, otro yogurín ya al alcance de cualquier famosa. Nunca se había visto que un tío desmintiera vía comunicado cualquier conato de relación con Ana Obregón, esto no es como antes, cuando lo importante consistía en presumir hasta de lo no logrado. Pero a lo que íbamos. Ibiza y Marbella recuerdan aún a la aniñada Athina, bien en casa de su padre, Thierry, o también alojada en la finca del doctor Russell, camino de Ronda, una residencia serrana que luego fue adquirida por Khasshogi para hacer La Baraka. También la vimos en la plaza de los Naranjos, atiborrándose de golosinas en La Española, dulcería de pro y casi un hito de la Marbella pretérita. Ahora, la millonaria se afincará en Sao Paulo con su marido, pero es posible que reaparezca en la próxima cita ecuestre de La Coruña, donde el increíble Amancio Ortega - persona única y personaje de fábula- sigue organizando concursos a la medida de su ojito derecho, su hija Marta.